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Nuestra Gente

Por sus manos han pasado hasta cuatro generaciones

Juan de Dios Vega Cárdenas tiene más de 50 años de peluquear niños y señores. (Javier Gutiérrez / GENTE DE CABECERA).

Juan de Dios Vega Cárdenas ha sabido poner en práctica todo lo que aprendió de Luis Rojas, el famoso peluquero de Sogamoso que a los 13 años le dijo: “Mijo, usted ya está en edad de trabajar, venga le enseño”.

Con la peluquería se quedó, viajó, se convirtió en emprendedor, les dio estudios universitarios a sus hijos y también pudo conocer a personajes públicos de Bucaramanga.

Es de esos de antaño, de tijera y barbería y de los que quedan pocos, como dice él “la mano me queda grande para contar los que quedan en la ciudad”.

El mundo moderno transformó este quehacer con colores, nuevas máquinas y estilos… y hasta a los hombres que lo hacen, sin embargo él sigue intacto, conservando en Disneylandia lo que se inició en 1963 como la primera peluquería de Bucaramanga para niños y niñas.

Las puertas del local que junto a su hermano Luis Francisco abrió en la carrera 27 con calle 53 les permitió tener hoy el honor de decir que la fidelidad de los clientes existe y que por eso han pasado por sus manos hasta cuatro y cinco generaciones de la misma familia.

“Alfonso Silva vino con los hermanos, luego los hijos Gerardo y Mario, el nieto Juan Carlos y los hijos de él…” dijo sobre una familia puntual.

Cada vez que peluquea se encariña más con los niños, pues además les recuerdan a sus nietos y bisnietos.

Y siguió ejercitando la memoria, entonces mencionó también otros destacados personajes del ámbito político, comercial y hasta eclesial de Santander: a Gerardo Silva Valderrama, a los hermanos Jorge y Rafael Turbay, el exalcalde recién fallecido Eduardo Remolina –“un excelente”- al senador Honorio Galvis y sus hermanos, a Nepomuceno Cartagena y los hijos, Fernando Puyana y Virgilio Galvis, al obispo Álvaro Arenas Trillos, a la tradicional familia panadera Trillos, a los fundadores de Filtros Partmo y a Carlos Calixto, empresario de plásticos.

“Todos ellos venían a traer a sus hijos y luego me dijeron: ‘ya que traemos a los niños de una vez debería peluquearnos a nosotros para no perder el viaje” y así fue como incursionó en el campo masculino.

Pero ¿por qué a las mujeres no las incluye entre sus clientes?

“Le voy a decir la verdad y lo que respondo siempre: porque ustedes las mujeres molestan mucho, son muy complicadas…”.

Por eso la única mujer que permanece desde hace 10 años en este sitio es su esposa Elgy Fonnegra Gaviria.

“Es importada” dijo en tono jocoso y alterando un poco su pausado hablar.

Aunque tiene descendencia extranjera, esta paisa conoce desde la niñez a Juan de Dios.

A pesar de las vueltas que la vida de este sogamoseño ha dado, pues ha laborado en Bogotá, en otros pueblos vecinos y luego en varias peluquerías de Bucaramanga, nunca perdieron el contacto y se casaron siendo muy jóvenes.

“Como ya no nos preocupamos tanto por los hijos que están grandes y por las cosas de la casa, entones decidí nombrarla como ‘administradora’, por eso mi ‘matrona’ está conmigo aquí casi todos los días”.

Una tradición tangible

Su llegada a Bucaramanga en 1957 estuvo respaldada por la buena suerte, pues empezó a trabajar de inmediato en la peluquería del hotel Bucarica, donde estuvo un año.

Luego estuvo en una peluquería famosa de la época y que hoy mantiene sus puertas abiertas, se trata de ‘Avenida 36’ ubicada en la calle 36 entre carreras 17 y 18.

Allí terminó su etapa como empleado pues se unió con su hermano para montar Diesneylandia, con quien estuvo 17 años trabajando juntos en la carrera 27 con calle 53.

“Luego él se fue a montar su propio negocio y me vine para la carrera 31 con 51, donde sigo aún”.

En este local conserva uno de los cinco carritos de lata, importados, en los que sentaba a los niños clientes.

También tiene dos sillas de barbería que según él son mejores y tienen más funciones que las modernas, por eso no las cambia.

Se las compró hace 50 años a un distribuidor de sillas para odontología, Manuel Rey… y siguen intactas.

“Son más cómodas en los pies, la cabeza, se inclina hacia adelante y hacia atrás, sube y baja sin problemas, tiene extensiones y si viene un enfermo o discapacitado se puede subir con facilidad… son una belleza”, explicó.

La felicidad y amor por lo que hace se le notan. Y es quizá ese amor y respeto por los niños el que lo mantendrá unido a su trabajo “hasta que tenga salud y ya no dé más… porque esto es lo mío”.