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Columnistas

La ‘evolución’ de la educación en Colombia

Por José Manuel Martínez

Soy un maestro de niños y jóvenes desde 1976 hasta 2004 cuando me dieron pensión de invalidez.

Los niños y jóvenes de Colombia de este año 2014 se comportan no como personas de bien sino como infractores de la ley.

Ya en las capitales departamentales y ciudades intermedias los rectores, profesores, coordinadores, secretarios de educación y jueces, tienen que permitir que en Colombia no se esté educando sino escolarizando y deformando la conducta y el ambiente de paz educación, cultura y bien que se vivió antaño.

Recuerdo cuando en 1996 algún ministro de Educación suprimió la Urbanidad del plan de estudios de niños y jóvenes.

Más tarde a otro ministro de Educación se le antojó permitir enseñar a personas sin la debida capacitación profesional e idoneidad -como se exige en las demás materias- la asignatura de educación religiosa, además que la redujo su intensidad horaria a la mínima expresión al crear el área de ética y valores.

Años más tarde otro ministro tuvo la ‘chispa’ de decretar la promoción automática que hirió de muerte la calidad de la educación en Colombia.

Un presidente de la República introdujo un “mico” en la Constitución de 1991 en su Artículo 16 con una frase que dice así: “Todas las personas tienen derecho al libre desarrollo de su personalidad sin más limitaciones que las que imponen los derechos de los demás y el orden jurídico”.

El acta de defunción la tuvo otro ministro cuando en 2002 decretó la fusión, porque ya los rectores de los colegios de secundaria se vieron maniatados y no pudieron realizar más los exámenes de admisión que obligaban a los niños de primaria a estudiar decente y diligentemente para merecer un cupo en una institución del Estado.

Desde 2003 se han disparado en forma alarmante las incapacidades médicas de profesores al ver y soportar insultos de la peor clase, amenazas con armas corto punzantes e intimidantes, con una educación sexual aberrante y corruptora, grotescamente vestidos, con cabellos revueltos, con vocabularios de sumidero, con una actitud en las aulas de vagos porque no les interesa lo que los educadores les quieren enseñar.

Y los desmanes en la educación continúan la próxima semana.