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Columnistas

Noviembre, 30 años después

GENTE DE CABECERA

Paloma Bahamón

Paloma Bahamón – Socióloga y docente Unab.

Nací en este mes de muertos y santos, reinados de belleza y navidades prematuras. Hace 30 años, apunto de cumplir 13, Colombia tuvo dos desgracias con una semana de diferencia: la Toma del Palacio de Justicia por la guerrilla del M-19 y la erupción del volcán Nevado del Ruiz sobre Armero (Tolima).

Las imágenes del tanque del Ejército rompiendo el portón del Palacio, la edificación en llamas y el “Aquí defendiendo la democracia, maestro” del coronel (R) Alfonso Plazas Vega en la retoma, están frescas en mi memoria, así como el rostro de la niña Omaira Sánchez, una de las 20 mil personas que murieron en Armero. Ella, quien hoy tendría mi edad, agonizó dignamente frente a las cámaras durante tres días.

Su muerte pudo impedirse si el Gobierno Nacional hubiera atendido un llamamiento para conseguirle una bomba hidráulica que evacuara el agua que la atascaba entre los escombros y en general, lo de Armero se pudo evitar si el mismo Gobierno hubiera escuchado el clamor de su alcalde, Ramón Rodríguez, advirtiendo sobre la inminente avalancha.

Igual, con el Palacio de Justicia: los magistrados y trabajadores de la rama judicial que asesinó el M-19 y los 11 civiles que torturó y desapareció el Ejército pudieron haberse salvado si el expresidente Belisario Betancur hubiera apelado al diálogo y hubiera dado orden de cese al fuego, tal como le imploraba por teléfono el rehén que fue asesinado Alfonso Reyes Echandía, presidente de la Corte Suprema de Justicia en esa época. Así lo cree su hijo, el actual ministro de Justicia, Yesid Reyes Alvarado.

Con suerte me quedan 30 años más de vida y no quisiera que a mis 73, si aún tengo fuerza y memoria, esté refiriéndome a lo que puede evitarse desde ahora. ¿Y de quiénes depende? No es directamente del gobierno sino de nosotros y nosotras, la ciudadanía.

Elijamos bien, participemos, opinemos, exijamos… Ya lo dijo Martín Luther King: no me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena.