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En estas calles

Ya no hay cama para tanta gente

GENTE DE CABECERA

GENTE DE CABECERA

Orlando Beltrán Quesada / Secretario JAC Cabecera del Llano

“Para alcanzar el desarrollo sostenible y una mejor calidad de vida para todas las personas, los estados deberían reducir y eliminar las modalidades de producción y consumo insostenibles y fomentar políticas demográficas apropiadas” (Principio 8, Declaración de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo, junio 1992).

Las ciudades se están poblando de manera acelerada, fruto de la incontenible explosión demográfica de la plaga humana, depredadora de todos los recursos naturales, renovables y no renovables, que deja los campos deforestados, asolados, desérticos, para migrar a ellas y contaminar desde allí los ríos y seguir acabando los bosques con su insaciable y vana voracidad materialista, inmediatista.

GENTE DE CABECERA

GENTE DE CABECERA

Estas selvas de cemento donde nos hacinamos de manera despiadada, se vuelven cada vez más frías, inhóspitas, perdiendo de vista los principios del humanismo y la bondad. “Homo homini lupus” (El hombre es lobo para el hombre).

En 1972, en Estocolmo, en la gran Cumbre sobre el Medio Humano, se determinó que el Desarrollo Sostenible debería ser implantado por todos los países de este planeta, si queremos salvarlo.

Ese modelo fue ratificado 20 años después en Río de Janeiro, determinando su concepto con esta frase: “Desarrollo sostenible es aquel que permite satisfacer las necesidades del presente sin comprometer los recursos de las siguientes generaciones”. Pobres futuras generaciones al paso que llevamos…

Si hago referencia a esto, aprovechando esta columna comunitaria, es porque nos hace falta mucha reflexión como ciudadanos pensantes, y tal como lo expresó la ONU cuando se realizó la primera celebración del Día de la Tierra: “Debemos pensar globalmente y actuar localmente”.

La solución a fondo de todos los problemas ambientales y sociales que nos aquejan, no está en tratar de apagar los incendios citadinos de la movilidad, la seguridad, la salud, el empleo o la educación, o en sancionar drásticamente a los taladores de los cada vez más escasos árboles y encarcelar a los traficantes de fauna, o en sentenciar a cadena perpetua a los violadores de niños.

No. Estamos tomando el rábano por las hojas. Hay que pensar en las causas y no en los síntomas. Somos ya demasiados y el stock de recursos naturales se está agotando. No hay cama para tanta gente.

Los ratones y los conejos no son el ejemplo típico de multiplicación acelerada. Somos nosotros mismos. Se calcula que 1000 años Antes de Cristo, en todo el planeta vivían entre 100 mil y un millón de personas. Cuando nació Jesús éramos ya 200 millones de personas. En 1960 cerca de 3 mil millones. El 30 de octubre de 2011 llegamos a ser 7 mil millones de individuos y para 2050 se estima que seremos 9 mil 500 millones, así la llamada teoría moderna de la transición demográfica nos diga que la especie humana va a disminuir naturalmente por cuenta de factores como el aumento de la soltería o de los divorcios.

La pregunta trasladada a nuestra propia ciudad es: ¿Qué será de nuestro futuro, o mejor, el de nuestros hijos, con el absurdo crecimiento que continúa hacia arriba, donde cada metro cuadrado de terreno “apto” para construir se considera un filón de oro, igual que se mira codiciosamente al sagrado Santurbán, o con la destrucción desmesurada de todo lo verde de la ciudad, con la gran muestra del botón que significan los amenazados árboles de la Escuela Normal Superior de Bucaramanga?