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Gente de Aquí

Juan Carlos…como pez en el agua

Juan Carlos Castillo Chacón, un pescador por excelencia. Aquí con un sábalo de 100 libras, aproximadamente, capturado en Chocó.

Juan Carlos Castillo Chacón no cambia un día malo de pesca por un buen día de trabajo.

Su afición es tan grande y fuerte que replica sus conocimientos y experiencia con quienes desean empezar a pasar sus fines de semana en un lago pescando.

Por eso, junto a su hermano Mario Martín Castillo decidió montar un negocio en el que no solo se venden artículos para la pesca, sino que se les brinda asesoría a los clientes.

Y el éxito no ha podido ser mejor.

En un año ha logrado no solo guiar a nuevos pescadores, sino llegar a minas recónditas de peces invaluables que dan vida a parajes únicos, tales como el río Bita en Vichada, el caño Bocón en Inírida, la cuenca del majestuoso Orinoco y los afluentes del Atrato, en la profundidad del Chocó.

Este es Juan Carlos cuando daba sus primeros pasos con la caña y el señuelo.

Conocer estos lugares es hacer un paréntesis en la rutina diaria de trancones, pitos, celulares y trabajo… pero es también alimentar esa pasión que nació desde los 4 años, cuando junto a su padre y sin ir muy lejos de Bucaramanga lograba pescar los mejores ejemplares de la época.

Este gusto fue creciendo y hoy Juan Carlos es en la ciudad una de las personas más consultadas en cuanto a pesca se refiere.

Entre sus logros están las capturas de aguerridas especies como el tucunaré o pavón, picudas, doncellas, sábalos y payaras, entre otras.

“Hace casi un mes saqué uno en Puerto Inírida, un reto personal pues estuve a pocas libras de alcanzar el récord mundial, el mío pesó 25.5 libras y el mundial está en 29.5”, comentó.

Esa fue solo una de las experiencias que inundan de emoción la vida de este comerciante pamplonés, pues como todo pescador aficionado, su deseo constante es pescar un tucunaré de un peso considerable.

Su compañero de aventura y socio Mario Martín Castillo lo acompañó al caño Bocón, en Puerto Inírida, donde capturó este tucunaré.

“Mueres de la alegría al verlo atacar en superficie. No es fácil. Primero se lanza el señuelo, con la caña se golpea y este queda flotando. Como esta especie es agresiva y territorial de inmediato observa que hay algo extraño y se lanza a coger el señuelo… y ahí empieza la pelea de 20 minutos pues el pez cae, salta, se aparta, vuelve, va y tira constantemente. Se necesita tranquilidad más que fuerzas, pues se esconden con facilidad en troncos o piedras. La agilidad también es importante para no dejarlo ir y sacarlo en medio de la pelea. Es un éxtasis para el pescador. Luego de tenerlo cerca se toma la foto en menos de 2 o 5 minutos y empieza el proceso de recuperación, se desengancha el señuelo con mucho cuidado y se vuelve al agua”, narró sobre la manera en que ha logrado la pesca de un tucunaré.

Estas historias las ha repetido innumerables veces en su vida, eso sí, obviando los riesgos que este gusto implica.

En sus caminatas largas por encontrar un buen lago un pescador se enfrenta a la mordida de culebra, incluso a la muerte pues tardarían hasta 4 o 5 horas en llegar a un pueblo buscando un antídoto.

Esto sin contar los peligros de un secuestro, de que un compañero de aventura se ahogue, de caerse de la lancha o de ser víctima de la creciente de un río.

Con tan solo 5 años su hijo ya pesca, aquí con una tilapia.

Variedad y conservación de especies

Aunque Juan Carlos dice que Santander tiene ‘madera’ en talento humano y en variedad de peces, reconoce, como dicen los abuelos ‘que todo tiempo pasado fue mejor’.

Entre sus recuerdos están las tardes largas de pesca con su padre, con quien sacaba hasta 30 ejemplares de picudas, doradas, bagres y blanquillos. Pero la afición quedaba ahí, olvidando lo que el futuro les deparaba.

Estas pescas las  hacíamos en el río Sogamoso, ahora para lograrlo toca ir hasta los caños y ciénagas que surten el Magdalena. Todo lo que cogían lo sacrificaban y no se respetaban tallas ni peces con huevos”.

Por fortuna los tiempos cambiaron y la conciencia también y hoy existe una nueva generación de pescadores, entre ellos Juan Carlos, su hermanos y sus amigos, que sienten más placer en devolver el pez al agua después de una buena foto, que llegar a la casa “con un animal que si  la mamá no lo arreglaba tocaba tirarlo a la basura”.

Las expectativas para los pescadores crecen con proyectos que podrían darle mayor importancia a esta práctica como las represas de Hidrosogamoso y del río Tona.

Los aficionados a la pesca tendrían en el mismo departamento dos opciones nutridas, pues una resguardará peces las de clima cálido y otras de clima frío.

Además se vislumbra la posibilidad de sembrar nuevas especies que harían de estos embalses un sitio turístico por excelencia.

¿Quién certifica el peso?

Juan Carlos contó que en Colombia no existe una oficina que certifique el peso de los peces para postularlos en la International Game Fish Association, Igfa, entidad que avala a los mejores pescadores del mundo.

“En el caso nuestro, si se desea postular un pez se debe sacrificar y acercarse a la notaría más cercana para pesarlo. Es un trámite largo porque luego todo se envía a Estados Unidos. En países como Costa Rica, Panamá y Brasil sí hay ciudades con oficinas para registrar estos records, pero aquí no”, explicó el experto.

Esta payara la pescó en el río Orinoco.

Este es un Black Bass capturado en la Mesa de Los Santos.

En el río Magdalena, con una picuda de 6 libras y media.

Una doncella, en el río Cimitarra, Magdalena Medio. Pesó 6 libras.

Devoluciones de todas las capturas a su hábitat

Devoluciones de todas las capturas a su hábitat

Devoluciones de todas las capturas a su hábitat