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¿Qué pasa?

“Veía a una Bucaramanga con futuro… y así fue”

 

Carlos Julio Calixto Cely, fundador de Carlixplast.

Carlos Julio Calixto Cely, fundador de Carlixplast.

Hablar de Carlos Julio Calixto Cely es escudriñar recuerdos, vivencias, personajes y paisajes guardados en la memoria de esta insignia del comercio bumangués.

Aunque habla muy despacio y oye con dificultad, se le ve lúcido, sereno y alegre teniendo en cuenta que sobre su espalda pesan 95 años de vida.

Sentado en la que fue su oficina durante más de 27 años como gerente de Carlixplast, don Carlos nos contó cómo llegó a Bucaramanga y cómo dio los primeros pasos como empresario del sector de plásticos.

Llegó a estas tierras cuando apenas tenía 22 años y luego de haber trabajado con su papá en el campo, en Floresta, Boyacá, su pueblo natal.

En su juventud, cuando iniciaba su vida laboral

En su juventud, cuando iniciaba su vida laboral

“Terminé el colegio a los 10 años, solo la primaria porque para esa década de 1930 había una situación económica en el país difícil. Luego me puse a trabajar con mi papá hasta los 18 años. Presté servicio militar en Tunja donde alcancé a ser Cabo Segundo del Ejército de Colombia, sin embargo esta vida no me gustó mucho y me retiré. Tampoco me amañé al volver al campo porque nunca me ha gustado que me manden, siempre quise ser independiente, por eso vine a parar a Bucaramanga”, expresó.

Dice que tan pronto escuchó que su papá viajaba por estos lados se animó a venir y desde ahí supo que su vida estaría en Santander.

Montaron una sociedad con su padre, él le mandaba desde Boyacá ruanas y cobijas y don Carlos las vendía aquí, en un puesto que había logrado conseguir en la plaza de mercado, donde duró un buen tiempo.

Cuando decidió ponerle fin al negocio de las ruanas pensó en casarse, pues ya le había puesto la mirada a una bella santandereana.

Además de contar su historia empresarial, don Carlos Calixto narró que vive feliz en uno de los edificios más antiguos de Cabecera, el Harvy, donde está hace 30 años

Además de contar su historia empresarial, don Carlos Calixto narró que vive feliz en uno de los edificios más antiguos de Cabecera, el Harvy, donde está hace 30 años

La sabiduría que por sus años brilla en su hablar le permitieron expresar y aconsejarles a los hombres que “uno debe mirar muy bien, analizar y estudiar a la mujer que va a ser su esposa y la mamá de sus hijos”. Y eso hizo.

Vivía en la calle 31 entre carreras 14 y 15, cuando la realidad de la época, en dicha zona, se distanciaba mucho de la actual. Había buenos almacenes y ferreterías en el sector y el segundo piso de la plaza de mercado era el centro comercial más importante de la ciudad.

A su paso para el trabajo diario veía a una joven que trabajaba con sus padres en el Granero Oriental, ubicado en la carrera 14 entre calles 31 y 33.

“Ya le había echado el ojo. Porque yo primero averigüé bien quién era el papá, la mamá y qué hacían los hermanos. Nos hicimos novios rapidito y a los tres meses nos casamos”, dijo sonriendo y al tiempo profesando ese amor que hoy los mantiene juntos.

El fruto de ese amor son ocho hijos: Gloria Cecilia, Luis Carlos, Marta Rosa, Javier, Luz Marina, Joaquín Orlando, Liliana y Olga Lucía.

Llegaron las oportunidades

Casi todos los días don Carlos Calixto visita una de las oficinas de su empresa. “Esta ha sido  mi vida siempre, de la fábrica a la casa y de la casa a la fábrica, por eso lo sigo haciendo”, dice

Casi todos los días don Carlos Calixto visita una de las oficinas de su empresa. “Esta ha sido mi vida siempre, de la fábrica a la casa y de la casa a la fábrica, por eso lo sigo haciendo”, dice.

Gracias a la amistad con el señor Apolinar Pineda surgió la oportunidad de tener su primer local, en la carrera 15 entre 33 y 34.

Ahí seguía junto a sus hermanos con el negocio al que ya le incluía camas. Luego resolvió importar cubiertos, termos, artículos para la cocina y herramientas como machetillas para los campesinos.

“Pero el Gobierno restringió la importaciones y tocó empezar a trabajar con la industria nacional, que para esa época no era muy buena. Esto me hizo terminar el negocio y me pasé a otra línea, la del calzado. Les vendía pegantes, suelas y todo lo que necesitaban para montar el calzado. Con ese negocio duré un tiempo pero luego ese sector fracasó en Bucaramanga. No sabía qué hacer porque ya había comprado casa en San Francisco y tenía hijos, hasta que en un viaje que hice a Bogotá pude contactarme con alguien que me habló del plástico”, narró.

Así, en 1970 empezó con el negocio que hoy es administrado por sus ocho hijos.

Sus inicios fueron similares a los de muchas empresas que hoy pueden ver cómo la tecnología y el cambio llegaron a sus bodegas. Arrancó con una máquina pequeña y con dos empleados, Luis Suárez y Candelaria. Hoy en la nómina de Carlixplast figuran 120 empleados, cifra que pronuncia con orgullo al ver el resultado de tantos años de entrega.

Además de contar su historia empresarial, don Carlos Calixto narró que vive feliz en uno de los edificios más antiguos de Cabecera, el Harvy, donde está hace 30 años

Además de contar su historia empresarial, don Carlos Calixto narró que vive feliz en uno de los edificios más antiguos de Cabecera, el Harvy, donde está hace 30 años

“Me fue muy bien. Siempre pensaba en progresar, en tener algo mejor, en grande. Así pude terminar de pagar la casa, le di estudios a mis hijos y hasta compré el carro Mercury 49, que me acompañó por varios años”.

Con esa idea de crecer vino la compra de los otros locales, en la carrera 14 y el de la calle 33, en 1988. Tuvo dos máquinas pequeñas y al querer más tuvo que trasladarse al parque industrial.

“Cuando compramos la primera extrusora, la instalamos y la pusimos a funcionar me puse contento. Al cabo de tres horas de estar andando vimos la cantidad de producción y sacamos cuentas de cuánto serían las utilidades de ahí en adelante… jaja y entonces nos fuimos a celebrar”.

Hace dos semanas don Carlos festejó junto a sus hijos y a su esposa su cumpleaños número 95

Hace dos semanas don Carlos festejó junto a sus hijos y a su esposa su cumpleaños número 95

Mientras narraba con alegría fragmentos de su vida, sacaba a flote la manera en que enfiló a sus hijos en este negocio.

Cuenta que en las vacaciones los traía a todos a ayudar en las labores de la fábrica, a sellar bolsas y a organizar rollos.

“Los enseñé a ser trabajadores, responsables pero sobre todas las cosas a ser muy honestos. Porque si algo tiene esta empresa es que siempre se ha caracterizado por eso.

“Además les he inculcado lo que yo siempre he hecho desde joven, a hacer la cosas con empeño y calidad, nada de hacer cosas a la ligera ni baratas. Por eso es que tenemos clientela y por eso muchas personas del comercio en Bucaramanga me admiran.

“Mis hijos tienen ahora el compromiso conmigo y con la fábrica de seguir sacándola adelante. Aparecerán cosas nuevas y diferentes pero tienen que llevarla adelante, ponerla a producir todos los días y a mejorar, porque si no sucede eso entonces se acaba”, comentó.