Menú de categorías

Columnistas

Estamos muy lejos de lograr una equidad

GENTE DE CABECERA

Paloma Bahamón

Paloma Bahamón-Socióloga, docente Unab

Mi abuela materna sufrió de alzheimer los últimos 10 años de su vida. Todos sus recuerdos se desvanecieron menos tres: las letras de los tangos que amaba, el nombre de mi madre y una frase que repetía constantemente: hay que tener paciencia. Las mujeres nacimos para obedecer.

Ella nació en la segunda década del siglo pasado cuando la legislación colombiana consideraba a las mujeres incapaces mentales para administrar fortunas y se creía que el máximo nivel educativo que debían lograr era un bachillerato con orientación doméstica. Siempre fue prudente, sumisa, dependiente y silente, muy distinta a lo que una contemporánea suya, la antropóloga norteamericana Margaret Mead, se atrevió a enunciar en su tiempo: ¡soy mujer, óiganme rugir!

El hombre surgió hace 180 millones de años. Mientras él se hizo raza superior, construyó civilizaciones, instauró monarquías, lideró revoluciones y se autoproclamó ciudadano, la mujer permaneció, la mayoría de las veces, prudente, sumisa, silente. Apenas en 1893 un solo país, Nueva Zelanda, nos otorgó el derecho al sufragio ¡Cuántos millones de años para ser reconocidas como sujetos(as) políticos(as)!

Precedida de un gran activismo feminista, en Colombia esta ‘concesión’ sólo fue posible en 1957; hace 58 añitos somos ‘ciudadanas’, condición que las ‘locas’ feministas radicales que quemaban sus sostenes en los años 60 empezaron a intentar ejercer. Ahí estuvo mi madre, quien estudió en una universidad pública para ser maestra de sociales y osciló como muchas de su generación entre la contracultura hippie y los valores patriarcales. Aunque trabajaba y simpatizaba con las ideas socialistas, usaba el apellido de mi padre precedido de la preposición ‘de’. Para mí de niña fue una gran sorpresa enterarme de que mi madre le pertenecía a mi padre pero él no era ‘de’ mi madre.

No quiero ser pesimista pero debo ser realista. Estamos muy, muy lejos aún de lograr una equidad. Seguimos bombardeadas por muchas formas de violencia desde el aparentemente inocuo chiste sexista, la presión de los medios para que sólo seamos bellas y todos los feminicidios de los que son víctimas las mujeres por parte de sus parejas, el conflicto armado y las religiones androcéntricas. No puedo decir más, por ahora. Pero solo les pido un favor: intenten ser libres y sobre todo, intenten ser felices.