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Camila, la historia de una vida que volvió a ‘latir’

Camila se define como una niña alegre, amante de su familia y del deporte. Actualmente hace parte del equipo de fútbol de su colegio, en donde cursa grado octavo y también ha practicado gimnasia. – Miguel Vergel / GENTE DE CABECERA

Por: Edward Grimaldos Gómez

A simple vista, la vida de Camila Peña Sánchez, una niña de 14 años, parece normal. Y aunque no es muy diferente a la de otros niños de su edad, esta bella adolescente sí tiene una gran historia de vida, que literalmente “guarda en su pecho”.

Cami, como la llaman sus amiguitos, es todo un “milagro de Dios”. Así se refieren sus padres al hablar de la prueba que la vida le puso a esta familia, y por la que a diario agradecen al Todopoderoso, porque de ella lograron salir victoriosos.

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Y es que desde hace 11 años, la hija mayor de la familia Peña Sánchez vive con un corazón trasplantado. Un órgano que le permitió “volver a nacer”, para regalarle a sus padres la dicha de tener una segunda oportunidad junto a su primogénita.

Es por eso que, con motivo del Día Mundial del Corazón que se celebra este 29 de septiembre, la revista Gente de Cabecera cuenta la historia de esta luchadora de la vida, que en la actualidad sirve de ejemplo para muchas personas que se enfrentan a una adversidad.

Así empezó todo

Aunque con algunas restricciones, la vida de Camila después del trasplante se ha caracterizado por estar llena de energía y amor por el juego. – Archivo / GENTE DE CABECERA

A principios de febrero de 2008, cuando la pequeña Camila apenas tenía 3 años, sufrió de un problema de salud. De pronto su cuerpo empezó a temblar producto de una convulsión que la hizo perder el conocimiento.

Sus padres Andrés y Ángela corrieron en su auxilio. En cuestión de minutos habían recorrido el trayecto desde su casa en La Floresta hasta la Clínica San Luis, donde le dieron reanimación.

Después de muchos exámenes, el diagnóstico médico arrojó que la menor padecía de una miocardiopatía restrictiva, una enfermedad prácticamente terminal, que limita la capacidad del corazón de estirarse y llenarse adecuadamente de sangre.

“Después de unos exámenes nos dijeron que la niña tenía una enfermedad muy grave del corazón y que la única solución era un trasplante, pero que las posibilidades de conseguirlo eran muy pocas”, recordó con los ojos llorosos y la voz entrecortada Ángela.

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Ante este poco alentador panorama, los médicos que la vieron no le dieron muchas esperanzas de vida, dada la complejidad de la enfermedad.

Sin embargo, el amor de padre pudo más y por tanto no se quedaron con ese diagnóstico. Andrés y su esposa lograron contactarse con el director de la Unidad de Cuidados Intensivos de la Fundación Cardiovascular de Colombia. Allí les realizaron nuevos exámenes, obteniendo el mismo resultado.

Pero esta vez, tras varias juntas, el equipo médico decidió que Camila debía recibir un trasplante de corazón.

“La niña fue sometida a varios exámenes para determinar si era viable el trasplante. Gracias a Dios, ella pudo entrar a la lista de espera el 5 de marzo, pero nos daban pocas esperanzas porque el panorama de donación de órganos en el país para esa época era muy baja y el tiempo estaba jugando en contra. La vida de Camila se estaba apagando poco a poco”, agregó la mamá de la menor.

Miguel Vergel / GENTE DE CABECERA

Sin embargo, 11 días después de tomarse la decisión apareció el donante. Una menor residente en Bogotá había fallecido y su corazón podría ser el nuevo ‘motor de vida’ para Camila.

“Era una alerta de donante, porque a pesar de cumplir con los requerimientos, puede suceder algo que no permita la realización del trasplante. Sin embargo, nos llamaron para que nos fuéramos para la clínica con la niña, porque ella debe estar lista para cirugía cuando llegué el corazón”, dijo Ángela.

Para nosotros eso fue un milagro. El corazón fue traído a toda prisa desde Bogotá, pues sólo tenía seis horas para ser trasplantado una vez había sido extirpado”, recordó Andrés.

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Camila entró al quirófano el 19 de marzo a las 7 a.m., en medio del nerviosismo de sus familiares y de la sapiencia del equipo médico de la FCV. Era la primera niña bumanguesa que recibiría un trasplante entre los nueve que hasta ese momento se habían realizado en la Fundación.

Cuatro horas después de iniciada la cirugía, Andrés y Ángela fueron llamados al quirófano. El nuevo corazón de Camila ya funcionaba solo.

“Esa noticia fue como si nos hubieran devuelto la vida, porque después de tantas oraciones veíamos que eran escuchadas. Además estamos rompiendo con las estadísticas de que un donante aparecía cada tres años”, recordaron con alegría en sus ojos sus padres.

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trasplantes de corazón se han realizado en la Fundación Cardiovascular en lo que va corrido del 2019.

Miguel Vergel / GENTE DE CABECERA

Un cambio de vida

Aunque Andrés y Ángela siempre recuerdan que los médicos les decían que el trasplante podría ser “cambiar una enfermedad por otra”, nunca lo han visto así porque reconocen en él una oportunidad de gozar plenamente de su hija.

“Cami siempre fue una niña muy vital y activa, pero con el tiempo y a medida que su enfermedad avanzaba, ella empezó a sentirse fatigada, se volvió irritable y perdió el apetito. Pero tan pronto le cambiaron el corazón y se recuperó, fue como si le hubieran cambiado la batería, porque esa sensación de vitalidad que la caracterizaba volvió a ella. Tanto fue así, que aún con puntos la veíamos saltar y jugar por ahí”, agregaron sus padres.

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Siempre supieron que tener un trasplante era una situación de cuidado. Por eso, tuvieron que enseñarle a su hija desde pequeña hábitos como el de tomar medicamentos juiciosamente, y de tener algunos cuidados básicos.

“El primer año es el más riguroso, pues se mira que el corazón no vaya a ser rechazado. Por tanto se deben hacer controles rigurosos, tomar mucha medicación y tener cuidados en la alimentación, la actividad física y la limpieza”, explicó Ángela.

Con el tiempo la medicación se debe mantener, al igual que los controles, pero en menor intensidad. No obstante, esta rutina ha enseñado a Camila a ser responsable con su salud.

“A veces me canso de tomar los medicamentos, pero con el tiempo entendí que tan solo son algunas pastillas y que soy privilegiada porque aunque podría estar caminando con un tanque de oxígeno, no lo hago y por el contrario me siento muy bien”, expresó Camila.

Enseñanzas que cambian vidas

El sueño de Camila es ser médico para poder hacer por otros niños lo que los doctores de la Fundación Cardiovascular han hecho por ella. – Suministrada/ GENTE DE CABECERA

Desde aquel suceso, la familia Peña Sánchez, asegura que no son los mismos. Para toda la familia esta fue una prueba que Dios les puso en el camino para que superaran y pudieran impulsar a más personas que atraviesan alguna dificultad, a superarla.

 

“Siempre hemos dado gracias a Dios porque esta fue una segunda oportunidad para nosotros. Por eso nos gusta compartir nuestra historia, porque sabemos que nuestra misión es ser una luz para otras personas que tienen alguna dificultad”, comentó Andrés.

Desde muy pequeña Camila ha sido consciente de su operación, lo sabe porque debe tomar medicamentos, acudir frecuentemente al médico y sobre todo por su cicatriz en el pecho.

Una marca que antes de hacerla sentir pena, la llena de orgullo y motivación para inspirar con su historia a más personas a creer en Dios y entender que existen las segundas oportunidades.

De allí saca la mejor explicación para invitar a sus amiguitos a celebrar sus dos cumpleaños. Sí, dos, porque para ella y su familia ella nació dos veces y esto es motivo de celebración.

“Mis amigos me preguntan que porque tengo dos cumpleaños. Siempre les digo que en junio es la fecha en la que nací, y la de marzo es la celebración del momento en el que volví a nacer”, señaló Cami.

Desde ya tiene claro que quiere ser médico. Y es que el ambiente en el que ha crecido la ha convertido en una niña más madura, con conciencia de la importancia de la salud y por tanto eso la impulsa a querer salvar vidas, tal y como ocurrió una vez con ella.

“Quiero ayudar a muchas personas que pasen por lo mismo que yo pasé”, concluyó la hija mayor de Andrés y Ángela.