— EDITOR GENTE DE CABECERA

Una compañera de la empresa decidió un día visitar a un cliente cuyas oficinas están ubicadas en la calle 53 con carrera 31.
Parqueó su carro en el espacio habilitado e ingresó a las instalaciones de la empresa para atender al posible anunciante.
Minutos después un vehículo llegó al mismo sitio y se parqueó detrás del carro bloqueándole la salida.

Su chofer, sin reparo alguno, se bajó y entró a otra oficina.

Al encontrar imposibilitado el paso, nuestra compañera solicitó al dueño del carro que le permitiera salir. Sin embargo, la respuesta de éste fue negarse a hacerlo argumentado que ella le había ocupado su parqueadero y que por tanto debía esperar a que él se desocupara.
Ante la situación no quedó otro remedio que llamar a la Policía de Tránsito para que solucionara el problema, lo cual evidentemente sucedió.
El tema viene a colación para llamar la atención sobre la forma como algunos ciudadanos se apropian de espacios públicos, creyendo que por el hecho de tener un negocio, casa u oficina, todo el frente de ésta les corresponde o les pertenece y que nadie puede hacer uso de ella sin su permiso.
Según las normas de espacio público las vías, aceras e incluso antejardines no son propiedad exclusiva de una persona o negocio sino que son para el disfrute de todos.