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De vuelta al pasado por la construcción del Viaducto La Flora

El Viaducto Armando Puyana Puyana cuenta con dos calzadas de tres carriles cada una, con separador central y andenes en cada lado de ancho de cerca de 2,6 metros. – Archivo / GENTE DE CABECERA

Por: Edward Grimaldos Gómez

Desde su fundación en el año de 1622, Bucaramanga se ha caracterizado por ser una ciudad de crecimiento urbanístico. Con el paso del tiempo, nuevos barrios y grandes complejos comerciales se han apoderado de los terrenos de esta meseta, haciendo que los corredores viales de la ciudad se adaptaran para poder estar a la altura de las necesidades de los bumangueses.

Fue por esta razón que a principios de la década de los años 90 surgiría la necesidad de conectar la zona sur oriental de la Ciudad Bonita con Floridablanca, como una opción alterna al viaducto Benjamín García Cadena y a la famosa “carretera antigua”, para llegar desde otros municipios al centro de Bucaramanga.

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“Por fuera de la Meseta y al suroriente de la misma existió el Tejar Moderno, industria creada por el señor Alfonso Silva Silva, uno de los más destacados empresarios de Bu-

caramanga. Más tarde la presión inherente al incremento poblacional de la ciudad dio lugar a señalar para los citados terrenos el uso habitacional en vez del industrial, y ellos fueron adquiridos por la firma Urbanas”, recordó el señor Eduardo Parra Gómez, importante figura de la ingeniería santandereana, quien fue el primer director ejecutivo de la Corporación de Defensa de la Meseta de Bucaramanga, Cdmb.

Ese mismo crecimiento impulsó a recordados personajes como don Armando Puyana Puyana a trabajar por la construcción del Viaducto La Flora.

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“Los terrenos del Tejar Moderno tenían en sus cercanías el barrio Lagos del Cacique, pero su acceso desde la meseta de Bucaramanga era muy precario, por lo cual el señor Armando Puyana Puyana se dio a la tarea de gestionar ante el gobierno nacional una cuantiosa suma de dinero para la construcción de un viaducto que facilitara el desarrollo urbano de ese sector, en el cual ya se encontraba instalado el importante colegio de secundaria Instituto Caldas, y se tenía previsto establecer un templo católico”, completó el señor Eduardo Parra.

Dato

En el 2007 el Concejo de Bucaramanga, por medio de un Acuerdo Municipal, determinó que el viaducto pasaría a llamarse “Armando Puyana Puyana” por el aporte que Puyana hizo a la ciudad.

Así se levantó el viaducto

Sería a finales de 1993 que el Viaducto La Flora empezaría a edificarse sobre una pendiente de más de 50 metros, por donde pasaba la corriente de la quebrada “La Iglesia”.

Así se veía la construcción del viaducto que tiene una longitud aproximada de 310 metros. – Tomada del Facebook Fotos de Bucaramanga (Antiguas,Modernas,Actuales) / GENTE DE CABECERA

Esta obra estuvo a cargo de la constructora Beltrán Pinzón y Cía. Ltda., que ganó el proceso de licitación que abrió la Alcaldía de Bucaramanga bajo el gobierno de Jaime Rodríguez Ballesteros, y que terminaría de edificarse cerca de dos años después en el mandato de Carlos Ibáñez Muñoz.

El costo de esa nueva estructura para la movilidad de la ‘Ciudad de los Parques’ rondó los $3.800 millones y tuvo a la empresa ETA Ltda. como firma interventora, según puede corroborarse en algunos archivos del periódico Vanguardia del año 1995.

Una obra, que por la geografía del sector representó un reto para la ingeniería de la región, que ya tenía como referente el Viaducto Benjamín García Cadena.

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Antes, durante y después de la construcción del viaducto La Flora. – Tomada del Facebook Fotos de Bucaramanga (Antiguas,Modernas,Actuales) / GENTE DE CABECERA

“La construcción de esa obra constituía un reto de ingeniería, porque había que salvar un obstáculo de más o menos 50 metros de altura para ubicar la superestructura del viaducto. Fue preciso levantar una serie de columnas que se elaboraron en el sistema de formaleta deslizante”, explicó don Álvaro Beltrán Pinzón, quien fue el gerente de la constructora a cargo del proyecto.

Durante la construcción el personal debía afrontar largos periodos de trabajos, propios de la características que la obra representaba.

“En ese proceso se trabajaba 24 horas al día puesto que el concreto no podía tener cortes en su construcción. Entonces eran jornadas bastantes largas cada vez que se fundía una columna con este sistema”, agregó Beltrán Pinzón.

Para julio de 1995 la construcción estaría a punto de finalizar. Solo harían falta las pruebas de carga para constatar la resistencia de aquel gran puente que la comunidad reclamaba para mejorar su movilidad.

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El domingo 16 de julio, en plena celebración del Día de la Virgen del Carmen, 10 camiones mezcladores cargados con triturado y agua recorrieron el paso elevado, para un peso total de 212 toneladas, la cantidad estipulada que esa estructura podría resistir.

“Se persignaron, se encomendaron a su patrona la Virgen del Carmen, prendieron motores y con la fe al volante se lanzaron a la pista”, narró el diario Vanguardia en su edición del lunes 17 de julio de 1995, sobre los momentos previos a la prueba por los empleados de la empresa Concretos Premezclados, que fueron elegidos al azar para tan valerosa prueba.

La construcción de este viaducto aumentó el comercio en la zona, a donde posteriormente llegarían centros comerciales como el Vivero, hoy Cacique Centro Comercial. – Archivo / GENTE DE CABECERA

La prueba se superó ante la mirada ansiosa de cientos de bumangueses a quienes no les importó la llovizna de aquel domingo para lanzarse a observar aquella prueba de resistencia.

Fue de esta forma que el Viaducto La Flora quedaría prácticamente listo para ser puesto en marcha.

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Sin embargo, eso no fue posible sino hasta unos meses después, cuando otras empresas contratistas terminaron la construcción del intercambiador de Conucos que le daba el acceso por el costado norte a este nueva hazaña de la construcción local y otros accesos que conectaban el intercambiador con el resto de la ciudad.

Hoy 24 años después, esta obra de gran importancia en Bucaramanga se mantiene casi intacta y representa un orgullo en materia de movilidad.

«El hecho de apreciar una obra que ha sido ejecutada bajo la dirección de uno, conlleva un gran orgullo. El poder mostrársela a nuestra descendencia, y que la gente con el tiempo aprecie y disfrute una obra como esta me llena de satisfacción». Álvaro Beltrán Pinzón.

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Accidentes marcaron su construcción

Fragmento del periódico Vanguardia del domingo 15 de enero de 1995. Archivo / GENTE DE CABECERA

Un grave hecho, en el que un trabajador falleció se registró en octubre de 1994, casi un año después de haber iniciado la construcción de aquel puente elevado de cerca de 300 metros. El hecho se produjo cuando el desplome de una viga cobró la vida de un obrero raso, poniendo en duda la calidad de la estructura.

“Durante el izaje de una de las vigas se presentó un accidente que hizo que la viga chocara con otra viga y como resultado de eso se produjo el desafortunado fallecimiento de un operador”, recordó con nostalgia don Álvaro Beltrán.

Ese hecho produjo todo tipo de rumores, que hasta se llegó a especular que los obreros locales tenían miedo de trabajar en el proyecto, hecho que hizo que se debiera contratar personal de otras ciudades.

“La obra se terminó con el mismo personal santandereano, eso fue más bien un rumor. Pero pues a raíz de eso si tuvimos mucho más en cuenta las medidas de seguridad”, puntualizó Beltrán.

Las barandas: una obra de arte

Las barandas que cubren el Viaducto La Flora fueron una obra diseñada y elaborada por el artista santandereano Guillermo Espinosa, a quien se le delegó la tarea de darle un toque artístico a aquella obra de infraestructura.

“Decidimos que debíamos ofrecer una baranda que tuviera un contenido artístico. Por eso se le encomendó al maestro Espinosa su diseño y ejecución. Representa un juego de figuras geométricas y presenta unas condiciones sonoras especiales al paso de los vehículos”, explicó Álvaro Beltrán.