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El sentido común al manejar vehículo

Gilberto Camargo Amorocho. columnista de GENTE

Gilberto Camargo Amorocho

Es la mejor muestra de conocernos como ciudadanos, son actitudes de calibrar el solidario que llevamos por dentro o sacar a relucir el instinto salvaje que a veces nos da un timón y un cilindraje de un motor.

Manejar en la ciudad es lo más complejo que hay, sobre todo lo tensionante, un ejemplo es ir detrás de un bus urbano en una ciudad que no tiene reglamentado su movilidad.

Hace poco el bus que llevaba adelante por la carrera 33, en una cuadra paró 7 veces a recoger pasajeros y otras veces por la operación centavo, son lógicas sus atravesadas.

Un requisito básico para ser conductor de bus o taxi, es haber primero aprobado el curso intensivo sobre Ciudadanía y Convivencia, creo que son los servidores públicos que menos saben de lo público.

Ahí hay una buena tarea para los dueños de las empresas, la lección de Metrolínea parece que ni les tocó el tímpano.

Otra característica al manejar en Bucaramanga es la rabia que da ceder el paso, como si esa persona algún día no fuera a estar en la misma posición, sobre todo cuando hay accidentes y obligatoriamente se solicita permiso con las luces direccionales para respetuosamente pasar al otro carril.

Y la más típica de los santandereanos es el diagnóstico neurológico que nos regalan en cada semáforo, el pitazo del vehículo de atrás cuando se pone en amarillo o en verde.

Pareciéramos que el afanador o el acelere fuera parte de nuestra sangre.

El vehículo es un medio de agilizar trámites, pero sus impactos también afectan la salud, la tolerancia y la calidad de vida.

Por: Gilberto Camargo Amorocho

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