Jaime Abuabara, una pasión por enseñar
Escuchar hablar a Jaime Abuabara es tener la suerte de toparse con una biblioteca andante, en español colombiano, sobre el mundo del piano.
Su vida siempre giró en torno a este instrumento que nunca se ausentó de su casa, todo gracias a sus padres que, como él, fueron unos estudiosos de este instrumento.
Aprendió a tocarlo a los 7 años con los profesores Manuel Villanueva y Otilia Salcedo. Ella era la tía de Jimmy Salcedo con quien compartió clases.
Ese entorno musical en el que también se vieron involucrados sus tíos, que tocaban guitarra, fue inyectándole pasión a una vocación que hasta el día de hoy sigue poniendo en práctica.
No lo hace solo, por fortuna. A su lado, desde hace 34 años está su esposa Carmen Beatriz, otra música de profesión y como él, amante de la buena educación.
Aunque su tierra está en Mompox, en medio del río Magdalena, su segunda ciudad es Bucaramanga.
“Aquí pasé los años de juventud y de mayor consciencia de mi vida. Bucaramanga es mi polo de atracción. Cuando llegué tenía apenas 17 años y todo, como yo, era tan diferente. Era una ciudad bella, pequeña, con muchas zonas verdes, un clima más fresco y había menos congestión vial. Hoy vuelvo luego de estar 28 años por fuera y siempre me encuentro con el mismo calor de una ciudad hermosa y acogedora. Es encantadora”, dice con ese tono costeño que no ha podido borrar tras tantos años de ausencia en su natal Bolívar.
Pisó estas tierras con la misma ilusión con la que llegan los nuevos estudiantes de universidad: ser un buen profesional. Pero ese arranque por ser ingeniero industrial le duró apenas un año.
“Recuerdo que me la pasaba practicando con el piano en el aula mayor de la Universidad Industrial de Santander, UIS y que el maestro Gustavo Gómez Ardila me hacía correcciones y me instruía. Era una época muy confusa. Me retiré y empecé a trabajar en el campo de la música en el hotel Bucarica (donde hoy funciona la sede UIS Bucarica) como pianista”.
Ahí empezó a reconocerse su talento, sin embargo esa indecisión propia de la edad lo llevó a entrar al seminario. Se retiró a medio camino y continuó su licenciatura en Ciencias Religiosas, camino más viable que la Teología “para una persona del común como yo”.
En esa época, como en el colegio y en sus días en la UIS, siempre se destacó.
“Siendo muchacho le dictaba clases de matemáticas a algunos compañeros y a los más pequeños. Y estando en la Universidad Javeriana, mientras hice unos estudios de Teología, dictaba en el seminario algunas clases de Filosofía”.
Viviendo entre Bucaramanga y Bogotá pudo mostrar su talento en el teclado. Eso lo llevó a ser director de la academia de la Compañía Tomas de Colombia.
Luego continuó como independiente creando su propia escuela que por muchos años recibió a niños y jóvenes inquietos por el piano. Estaba ubicada en la carrera 35 con calle 48 y se llamaba Tiempos y Ritmos.
“Alcancé a tener 120 alumnos y muchos de ellos fueron al programa de televisión que en esa época era furor ‘Animalandia’. Incluso hubo dos de aquí que fueron finalistas”, acotó.
No obstante una jugosa oferta del hotel Don Blass, donde hoy funciona el hotel Decámeron, lo llevó a radicarse en Cartagena. Así en 1986 se jugó su futuro profesional y armó maletas junto a su esposa y a su pequeña de dos años (en ese entonces), María José.
Cartagena, el nuevo escenario
En ‘la heroica’ se dedicó a amenizar con sus notas en hoteles y eventos sociales mientras su esposa se acoplaba y luego iniciaba sus labores como docente de iniciación de música en el colegio Aspaen Gimnasio, donde estuvo 11 años.
En medio de esta calidez Jaime empezó a estudiar teoría de la música, teoría del solfeo, y armonía y composición con un profesor checoslovaco, chelista y su esposa pianista.
“Tenía una sabiduría musical grande y un gusto musical enorme. Además en su casa había discos y casetes de las mejores orquestas del mundo. Cuando presentía su muerte me entregó todos los documentos de él para que continuara enseñando esas clases en Cartagena”.
Mientras en las mañanas se dedicaba a formar en Filosofía a los estudiantes del Seminario Provincial San Carlos Borromeo, labor que desempeñó durante 25 años, en las tardes daba clases de piano.
Los fines de semana al mediodía su talento y nombre brillaban en hoteles como el Hilton, donde estuvo 7 años; en el Club Cartagena, donde estuvo 11 años, en el Hotel Las Américas, 8 años, y en el Club Naval, pues fue el pianista de confianza de la Armada Nacional.
“Allá tenía muy buenas relaciones laborales y culturales. Sin embargo era hora de regresar. Cartagena es hermosa y el ambiente siempre es de alegría, pero sentía que debía retornar a esta tierra santandereana”.
Y así lo hizo hace tres meses.
De nuevo en la enseñanza
Apenas terminaban de acomodarse en un apartamento en Sotomayor cuando uno de sus exalumnos lo ubicó para que le dictara clases a su hija.
Juntos, con su esposa, comparten esa misma pasión por enseñar, pero siempre viendo en el alumno no un cliente sino un ser humano.
Además de tener una facilidad grande por comunicar, para dirigirse al otro, tiene ese ‘don de gente’ que cautiva a sus alumnos.
“Porque uno enseña a un ser humano que tiene sentimientos y problemas emocionales. En la música hay que tener en cuenta todo eso. La persona es lo más importante. Ese es el éxito de la enseñanza, que el ser humano siempre está primero. Si el niño tiene una preocupación, algo que le moleste o un problema, no va a asimilar nada de la clase hasta que no exprese eso. Así sea la bobada más grande para uno. Se debe entonces entablar comunicación con él para poder avanzar. Por eso se empieza la clase conversando con ellos, preguntándoles cómo les fue en el colegio… y terminan contando que tuvieron un problema con el profesor, el amiguito o los papás. Luego de expresarlo están listos para el piano”, dijo sobre sus pequeños.
Aunque tiene en cuenta la metodología de John Thompson (Curso Moderno de Piano) que se usa en muchas partes del mundo, no es ‘una camisa de fuerza’ “porque cada persona es un mundo y viene con situaciones diferentes que lo motivan a llegar a ese lugar”, señaló.
Poco a poco quienes recibieron clases con este ilustre caballero se enteran de su reaparición en escenarios musicales bumangueses.
Mientras le siguen buscando para que les dicte clases a sus hijos, don Jaime es por estos días el pianista que le pone su toque elegante a los almuerzos y cenas en restaurantes como Forty Four, el Club del Comercio, el Hotel Dann y el Hotel Tryp..… allí le seguiremos viendo.