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Columnistas

Amemos las calles de nuestra ciudad

GENTE DE CABECERA

Camilo Umaña

Por Camilo Umaña – Médico psiquiatra y humanista

Cuando decidimos dejar entrar a nuestra vida una mascota, nos comprometemos a ser sus cuidadores, protectores y cómplices de su vida.

Cuando es un perro, dependiendo de la raza, estaremos al frente de manejar su tamaño y un comportamiento particular que debemos guiar como amo de nuestra mascota.

Una de las peculiaridades es que hacen sus necesidades fisiológicas diariamente y es inevitable tener que manejar líquidos y sólidos que para nada son agradables.

Ahí empieza el problema: ¿Cómo le enseño a mi perro a realizar sus necesidades donde yo quiero y como yo quiero?

Luego viene la responsabilidad de tener que manejar dichos desechos y disponer de ellos.

En cualquier ciudad del mundo, así como en Bucaramanga, las basuras tienen un destino final para que no molesten a la sociedad y no sean fuente de contaminación y origen de enfermedades.

La decisión de llevar al perro a nuestras calles para permitir que el perro tome el área pública como depósito de sus desechos corporales es frecuente y ahí viene el segundo problema: ¿Lo recojo o lo dejo? ¿Es mío o es de la ciudad? ¿A quién le pertenece la ciudad y sus calles?

El amor por la ciudad y sus paisajes se forma progresivamente, no aparece de golpe, nos enamoramos de lo que nos gusta y nos produce placer.

Es probable que consideremos ajena la ciudad, que pensemos que no nos pertenece y que no es nuestra responsabilidad su limpieza. Pero así como aseamos nuestro cuerpo porque lo queremos, las calles que caminamos deben ser tratadas igual.

Solo nos moveremos a recoger los desechos de nuestro perro si amamos las calles de nuestra ciudad.