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¿Un puente para Torres de Monterrey?

Julio Eduardo Mejía Gómez.

Julio Eduardo Mejía Gómez / Columnista

El caso de Torres de Monterrey, que es un paso peatonal multitudinario a través de una calle de alta velocidad y con gran tráfico vehicular, merece una reflexión especialmente porque está mal denominado ya que lo cierto es que este no es un problema del conjunto residencial, es un problema del público en general.

Los gobernantes crean problemas y presentan soluciones a espaldas de los perjudicados con ellas, establecen impuestos de valorización para hacer obras que desvalorizan los inmuebles de los que los pagaron.

Este problema no lo van a solucionar con un simple letrero de ‘Prohibido el paso de peatones’.

No tardarán en aparecer los funcionarios dedicados a poner comparendos a los desdichados transeúntes.

Las autoridades sugieren, o mejor, ordenan como ruta para los habitantes de la zona, un sendero y un paso elevado que además de extenso, se ve peligroso, solitario, hecho para personas que caminan en zapatos tenis y no en tacones porque el piso es muy difícil para zapato normal.

El pasado 3 de agosto, un poco después de las 6 p.m. salí de una eucaristía en Cristo Misionero y necesité tomar el P9. Caminé hasta Torres de Monterrey y tuve la oportunidad de conocer el sendero sugerido para atravesar la transversal 93. Como esperé el P9 durante unos 15 minutos vi tantas posibilidades de accidente que estuve tentado a convertirme en agente de tránsito durante la espera.

Son muchos quienes salen de Torres de Monterey, también los que se bajan de los taxis, de los buses para pasar al centro comercial y ¿cómo exigirles ese recorrido hasta el intercambiador?

El aviso de prohibido parecía una colombianada para reírse.

Durante mi permanencia observé una gran cantidad de accidentes que se hubieran podido presentar y que solo por la buena voluntad de algunos conductores, no se concretaron.

La gente desesperada se le metía a los carros. ¡Ah…! y ese día había una ventaja enorme: era el día sin moto.