Manolo, un crítico de la espátula y la cultura
Manolo Torres. Así se llamaba la galería que durante 18 años tuvo las puertas abiertas en la carrera 35 # 54-80.
Manuel Torres entonces no tuvo más remedio que cerrar pues la propietaria del local vendió. Sin embargo, como la intención perenne de sus
cuadros, las experiencias vividas allí fueron inolvidables.
“No es fácil tener una galería abierta tanto tiempo y yo lo logré. Me dio cierta melancolía pero me queda la alegría de saber que conocí gente, que muchos conocieron mi trabajo y que son ellos quienes hoy me buscan para preguntarme qué estoy haciendo y si aún sigo pintando”, dijo este sangileño de 71 años.
Y sí, lo sigue haciendo. Ya no con la misma frecuencia, pero sí con la misma pasión de hace 40 años, cuando conoció al maestro Martín Quintero, su primer tutor.
“Me gradué del colegio Santander, luego hice dos semestres de ingeniería en la Universidad Industrial de Santander pero me di cuenta de que los números y yo no éramos muy amigos. Conocí allá a Martín, quien era profesor de perspectiva y pintura… y con él aprendí. Hay que ver algo y es que el maestro le da a uno una pauta y luego uno se encarga de poner en práctica los conocimientos. Dicen por ahí que el pintor se hace pintando -como en casi todas las profesiones- y es cierto”, acotó.
Entonces descubrió que lo suyo era la espátula y el impresionismo.
“Si usted ve un cuadro mío de cerca solo nota manchas, pero a medida que se aleja le va encontrando la forma al paisaje, a las aguas, a las personas, transparencias, figuras, las partes de la lejanía, caminos, senderos…”.
Un crítico
Los comentarios que el maestro Manolo, como mucha gente lo conoce, son bastante radicales respecto a la falta de cultura sobre pintura de quienes compran un cuadro.
“Falta conocimiento, que se instruyan más. Hoy en día vemos cómo se le llama pintura moderna a manchas de colores, llamativas para los jóvenes y méramente decorativos, pero que no dicen nada”.
No creo que alguien se siente frente a un cuadro de estos y diga “quiero estar ahí, quiero sentir ese paisaje, ese río, eso no pasa”.
Y entonces recalca que la intención de un buen cuadro siempre es evocar, recordar, producir sensaciones, sentimientos, deseos… “desestresar y relajar”.
E insiste en que la juventud debe instruirse, por cuenta propia, en los temas de cultura.
“En Europa y Estados Unidos, desde niños llevan a las personas a los museos para aprender de pinturas, que sepa por qué el autor lo hizo y cómo lo hizo. Aquí desgraciadamente no importa esto porque esa es la táctica de los gobiernos: entre la persona menos sepa, más fácilmente
se deja manejar.
“Hay que reiterar que no se puede comprar un cuadro así porque sí. Porque mis vecinos están usando tal color o porque vi el apartamento de mi amigo y se veía bonito con los cuadros de manchas de ciertos colores. Uno como artista no puede competir con eso, pues son obras que cuestan muy poco y no tienen un valor significativo. Lo lindo de un cuadro es que sea auténtico, que uno pudiera decir “ese cuadro solo lo tengo yo” y no que es la copia del barrio”.
Multiplicando el saber
Todos estos conocimientos y muchos más adquiridos con el paso de los años los ha podido compartir con sus alumnos.
Dice que muchos de ellos son personas famosas en la ciudad, que perdió la cuenta y que prefiere no nombrarlos para no dejar a nadie por fuera.
Ahora que no tiene la galería el maestro Manolo descansa. De vez en cuando coge la espátula para transformar la masa de pintura en ríos, bosques y personas.
Le gusta mucho leer y eso se nota al escucharlo, pues fue y es un destacado pintor que nació del empirismo.
“El pintor siempre está en función de pintar. La imaginación y la mente están trabajando en eso a toda hora”, comentó el artista.
Tengo una pintura de Manolo Torres, es una calle de San Gil o Pamplona, creo. Quisiera saber donde encuentro mas obras del pintor y su biografía completa.