Protestas sí, capuchas no
Nancy Rodríguez Guevara
Editora Gente de Cabecera
La protesta es un derecho contemplado en el Artículo 37 de la Constitución Política de Colombia, el cual reza: “Toda parte del pueblo puede reunirse y manifestarse pública y pacíficamente”.
Esto significa que todos pueden expresar su inconformismo con las medidas que creen que los atropellan o que atentan contra sus derechos.
Eso es lo que han hecho los estudiantes del país durante las últimas semanas, para exigir al Gobierno el rescate de la educación pública de la crisis financiera por la cual atraviesan desde hace varios años.
Hasta ahí todo bien. Protesta y derecho a ello. Sin embargo, estas manifestaciones que se proyectaban pacíficas y hasta culturales, se han visto enturbiadas por la presencia de encapuchados que poco o nada aportan o enriquecen la disertación por la educación pública.
Si bien la protesta es una herramienta para manifestarse, la presencia de personas que tapan sus rostros con capuchas, queriendo ocultar lo que traman, desvirtúa cualquier sana intención de los estudiantes.
Estos desadaptados se han infiltrado en las marchas estudiantiles en todo el país, y han cometido cualquier cantidad de atropellos que rayan en el vandalismo y la delincuencia, y que nada aportan a cualquier posible discusión y menos al tema de la educación, en un país que bastante necesita enriquecerse en este aspecto.
Con argumentos, con marchas y hasta con protestas, se exige el cumplimiento de esta obligación del Estado. Las papas bombas, las piedras y la destrucción de los establecimientos, solo llevan a generar más represión a una comunidad estudiantil que, con razón, exige mejores condiciones educativas.