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Nuestra Gente

Historias de mujeres venezolanas que construyen ciudad

“Doy gracias a Dios por haberme venido, el futuro y el de los míos depende de mi esfuerzo”.

“De mi país extraño todo, pero a Colombia le agradezco la esperanza de vivir”.

Estas son algunas de las frases que han circulado por diversos escenarios de la ciudad, como parte de ‘Memoria y Respeto’, la campaña adelantada por el Instituto de Estudios Políticos de la Unab, para que los bumangueses comprendan y se solidaricen con la experiencia del migrante venezolano.

Aunque no se sabe con exactitud, se habla de una cifra entre los 10 mil y los 50 mil venezolanos en Bucaramanga.

En Cabecera, nos encontramos con tres mujeres venezolanas que aunque en distintos momentos de sus vidas decidieron venir a vivir a Colombia, tienen en común la búsqueda de un mejor futuro para ellas y sus familias, así como el trabajo por construir una mejor sociedad. A través de sus profesiones e incluso de sus pasatiempos, ellas promueven una ciudad en donde no solo quepan las diferencias: también se celebren y se aprenda de ellas.

 

Con sus clases, Ysabel Briceño le apuesta a un mejor país

La caraqueña Ysabel Cristina Briceño Romero se radicó en Bucaramanga en el 2014, a la edad de 43 años. Aquí trabaja como Docente e Investigadora en el Programa de Comunicación Social de la Unab, donde está vinculada, entre otros proyectos, al Comité Académico de la iniciativa Concejo Cómo Vamos.

“El proyecto democrático de un determinado contexto se reconoce cuando sus habitantes se acuestan pensando si pudieron haber hecho algo más por su país”. Foto: Fabián Hernández/GENTE DE CABECERA

En realidad, su relación con la ciudad empezó tiempo atrás, hace diez años, cuando su esposo se vinculó como docente a la UIS. “Junto a mi esposo, formamos parte del primer grupo de venezolanos que llegó a la ciudad hace casi una década. De manera natural fuimos viendo a Colombia y a Bucaramanga como lugar de vida, dado el contraste entre las oportunidades profesionales que se nos fue abriendo en esta ciudad, y el deterioro progresivo de Venezuela.

Cada vez más, se fue consolidando la idea de cerrar nuestro capítulo de vida en Venezuela y volcar toda nuestra energía a Colombia y a Bucaramanga”, cuenta Ysabel sobre la decisión de los motivos para radicarse en esta ciudad.

Antes de dar este paso, con sus estudios de Comunicación Social, Maestría en Ciencias Políticas y un Doctorado en Ciencias Humanas, se dedicó por más de 10 años a la comunicación de la ciencia, coordinó la comunicación en proyectos latinoamericanos, centrados en Acceso Abierto y, desde el Centro Nacional de Cálculo Científico, trabajó en la reflexión de un nuevo modelo de producción científica.

“Durante este período aprendí a sentirme latinoamericana y a generar identidad regional. De tal manera que esto facilitó la transición de vida como migrante”, relata Ysabel.

Sin embargo, reconoce la nostalgia que en ocasiones siente. “Extraño las bondades de lo que fue Mérida cuando ahí vivía: una ciudad pequeña, con un ecosistema artístico y científico que fue arropando sus calles, dado que vivía una población importante de gente de distintas partes del mundo. Mérida tiene uno de los mejores climas del mundo, en mi opinión, y era una ciudad que combinaba lo rural con lo cosmopolita de la gente universitaria. Lamentablemente, gran parte de lo que extraño ya no está, porque la mayoría de la gente se ha ido, las instituciones y la Universidad se han ido debilitando. La ciudad es un fantasma cada vez más, como el país”.

Para construir una mejor sociedad, Ysabel considera que se necesitan “más personas formadas para mirarse en un colectivo, para identificar su responsabilidad en una propuesta ciudad, una propuesta país. Necesitamos más jóvenes leyendo, pensando, relacionando, analizando y, sobre todo, reconociendo al otro que es diferente. En este sentido, yo apuesto a la razón, aunque sea un largo camino; pero también apuesto al arte, a la sensibilidad”.

 

Kiara Atria promociona la belleza de Santander

Luego de obtener su título de Comunicación Social en 2017, Kiara María Atria Peñaloza tomó el riesgo, como muchos de sus coterráneos, de abandonar Venezuela. Aunque nació en Bucaramanga, vivió por más de 19 años en el país vecino y por esto no era fácil cambiar de vida a sus 24 años de edad.

“Estoy infinitamente agradecida por las oportunidades que esta ciudad me ha brindado, son tantas anécdotas, amigos y experiencias que estoy gratamente agradecida por ser tan afortunada”

“Fue una decisión muy dura y drástica por tener que dejar a mi familia, amigos, mi país y todo lo que amaba; no es fácil que toda una vida te quepa en una maleta. En Venezuela se vive en un estado constante de zozobra, no podría decir con exactitud un solo motivo por el que tomé la decisión de emigrar, fue la sumatoria de toda la inseguridad, la falta de garantías para la vida, la impunidad política, la represión desmedida en las manifestaciones, los miles de asesinatos al año, la falta de alimentos, la falta de medicinas, la inflación o ni siquiera saber qué vas a comer al siguiente día”. Un cambio radical que era una ruleta rusa, como ella lo llama, pues “en algunos casos encuentras una mano amiga y en otros no”.

Y aunque ha tenido experiencias buenas y malas tras radicarse en Bucaramanga, todas las ha tomado como parte de su aprendizaje. Kiara relata que su primer mes fue muy difícil, tuvo que tocar muchas puertas buscando una oportunidad laboral, además de lidiar con la nostalgia y la incertidumbre. Afortunadamente, encontró trabajo en su área de estudio, y actualmente trabaja en una de las agencias de publicidad más reconocidas de Bucaramanga.

Además, ella se ha dedicado a llevar adelante un bonito proyecto en redes sociales, con el que busca destacar sitios, eventos e historia de la región. “Qué hacer Bucaramanga nació hace un año, cuando me mudé, pues tenía esta necesidad por redescubrir la ciudad en la que nací pero de la que tenía pocos o casi ningún recuerdo”.

En cada publicación, Kiara cuenta su experiencia, los sitios que conoce, con la misión “de recorrer cada rincón de Bucaramanga y Santander para promocionar la belleza de estos sitios que muchas veces vemos a diario pero que pocas veces conocemos la historia detrás de ellos”, como relata. Consolidar este proyecto es su forma de construir ciudad, apostando por el turismo y los emprendimientos de la región.

“El mayor de nuestros objetivos es despertar el sentido de pertenencia por nuestra ciudad, al resaltar las cosas buenas de nuestra cultura, de nuestros antepasados y la historia de la región (…) invitando a otros a vivir experiencias únicas en nuestro departamento, con la hospitalidad y modo de ser que nos caracteriza. Esto se sintetiza en una frase contundente y generosa: Quien pisa tierras de Santander es santandereano (incluyéndome, ja,ja,ja)”.

 

 

Educación ambiental y amor por el ambiente, enseñanzas de Yelitza León

Nacida en Caracas, Yelitza León Vargas se trasladó desde muy joven a Mérida, ciudad donde estudió Biología y trabajó por 22 años en el Instituto Jardín Botánico, en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Los Andes, como profesora titular y directora ejecutiva.

“Creo que he ganado mucho con el cambio, ¡me encanta Colombia! Siento que no me fui del todo de mi país, hay muchas similitudes en el paisaje y la gente”: Yelitza León

Esta Maestra en Botánica y Doctora en Ciencias Naturales llegó a Bucaramanga hace tres años, junto con su esposo y sus hijos. “Nos trasladamos cuando sentimos que la situación económica y social de Venezuela se estaba deteriorando mucho y comenzamos a temer por el futuro de nuestros hijos”.

Al trasladarse, Yelitza buscaba hacer algo ligado a lo que había hecho durante toda su vida: la jardinería y la botánica. “Me planteé seguir enseñando, que es algo que disfruto mucho y esta vez en un ambiente diferente del universitario”. Fue así como surgió la idea de realizar talleres y conformar un club de jardinería, los cuales lleva a cabo en Stuka, un espacio para emprendedores ubicado en El Prado y difunde en Instagram (en la cuenta (@plant_arte_).

“Lo más gratificante es el entusiasmo de la gente que asiste a los cursos, tienen muchas ganas de aprender ¡y yo aprendo muchísimo también! Me encanta llevar el conocimiento científico que tengo acerca de las plantas y la diversidad al público para que se apropie y ame aún más las plantas y la naturaleza, en especial en este paraíso en que vivimos”, afirma Yelitza. En este mismo espacio, acaba de inaugurar un café terraza donde exhibe cuadros verdes, kokedamas (técnica japonesa de cultivo de plantas sin matera), esferas de musgos y terrarios; además de parte de su biblioteca de jardinería.

“La idea es ofrecer un espacio amable, verde y fresco acompañado de un buen café ó aromática, postres y pasabocas, donde atender a los amantes de las plantas con sus proyectos y preguntas”. Con este proyecto, Yelitza demuestra que cree firmemente en el poder de la educación para la transformación social.

“En el caso particular de las plantas, ¿a quién no le gusta vivir en una ciudad más verde, más sana, más bella? Creo que nos hace falta en nuestros países conocer la vegetación que nos rodea, es la única forma de amarla y por supuesto conservarla. Hay mucho por aprender y estoy dispuesta a seguir aprendiendo y a compartir. Después de todo, vivimos en un solo y maravilloso planeta y somos ciudadanos del mundo”.