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Punto de Vista

Y nunca le dije cuánto la quería

Nancy Rodríguez Guevara

Editora Gente de Cabecera 

Éramos amigas, eso lo sabíamos. Si nos veíamos hablábamos de lo que hablan las amigas: las tonterías que hicimos en viejas épocas y nuestro presente. Reíamos de esas cosas que hoy nos daría pena contar y que disfrutamos en grande cuando estábamos en la universidad. Nos poníamos al día con rapidez.

Nunca le dije que la admiraba por esa tenacidad que le imponía a cada una de las tareas que emprendía, por esa vitalidad que siempre la acompañaba, por esa risa ruidosa y libre que siempre nos delataba.

No le dije que fue una persona muy importante en mi juventud, que gracias a ella no cometí más errores, que estuvo cuando la necesité, que sus consejos -muchos no atendidos- fueron muy importantes, que me encantaba como jugaba voleibol, como veía la vida desde un punto de vista práctico, que me gustaba su concepción del amor.

Éramos cinco amigas a las que las unió la cátedra y el voleibol. Cinco amigas que nos alejamos, cada una hizo su vida y partió a vivirla.

Hoy debo decirle adiós a una de ellas, y duele entrañablemente, especialmente por las cosas que nunca hice y las palabras que nunca dije.

No tuve oportunidad de despedirme, no pude decirle cuánto la quería y no pude pedirle perdón por ‘esas’ cosas que hice que la pudieron herir.

A mis amigos quiero decirles que, aunque no parezca, son importantes en mi vida y los quiero entrañablemente.

A Brigitt Torra Sánchez, mi guerrera y hermosa amiga, de esas que se llevan siempre en el alma, que alcance la paz y la tranquilidad que siempre añoró, que su sonrisa ilumine su camino.

A la familia de Brigitt, la misma que me soportó en aquellas épocas, un abrazo fraternal y la certeza de que siempre pueden contar conmigo.

Adiós Brigitt, adiós amiga.